La realidad es eso que te pasa todos los días. Eso que,
aunque no veas, te pasa. Nos pasa. A veces te pasa por al lado, otras veces te
golpea. Otras veces, muchas, golpea a otros.
A veces nos importa, muchas otras no. A veces nos indigna, a
veces nos inspira, muchas otras veces son solo cosas que pasan. Que nos pasan.
Que les pasa. Y es así, aunque no lo veas.
Es así y esa realidad que pasa, tan ajena y lejana, a otros,
también te pasa a vos. Aunque no lo veas, aunque no lo creas, es tu indiferencia,
tu acción o tu omisión lo que hace que esa realidad, te guste o no, suceda.
Como la playa, que está formada por millones de granos de
arena, esa realidad, la que percibes y la que decides ignorar, está formada por
millones de acciones u omisiones, tuyas y de los demás. A cada paso, en cada
minuto, en cada cosa que hacemos o dejamos de hacer, forjamos esa realidad,
decidiendo.
Es que, por más personal e individual que nos pueda parecer
nuestra decisión, involucramos a otros, muchos o pocos. Y otros, nos involucran
a nosotros.
Una acción puede tener resonancias y repercusiones que no
podemos ver, siquiera imaginar. Una omisión también.
Y vos pensabas que la realidad sólo pasaba. Te pasaba.
Y la realidad, eso de todos los días, de cada día, en cada
momento, es el emergente de todo lo que hacemos y omitimos. De todo lo que los
demás hacen u omiten. De todo lo que entre todos ignoramos, no vemos o no
queremos ver.
Esa brecha entre la realidad que queremos y la que nos
golpea, esa brecha es la que depende de nosotros. De nuestras acciones y de
nuestras omisiones.
Es así y siempre lo será.