Pretender explicar uno de los temas más complejos y, al mismo tiempo, uno de los problemas más críticos del mundo actual con un párrafo y pretender con ello cerrar la discusión no es otra cosa que una afirmación que revela “pensamientos envueltos o enredados en la maraña de una ideología determinada”.
No tengo el gusto de haber leído al gran publicista citado, pero desconfío de las afirmaciones que pretenden desacreditar herramientas de disciplinas como la sociología con frases que tienen más de humor e ingenio que de reflexión científica. Nadie puede creer que una estadística sea un espejo de la realidad, son siempre indicios de “lo que pasa”. Efectivamente, no son objetivas, pero eso no basta para descalificarlas. Simplemente muestran patrones o causes a través de los cuales se dan los procesos sociales. Son insuficientes. Para “entender” la realidad hay que indagar un poco más y hacer un esfuerzo intelectual un poco mayor, buscando las estructuras, los sistemas que hacen posible que una multitud de hechos formen aquellos patrones que reflejan las estadísticas. Pero todavía hay más, pues en la base de este imaginario triángulo están los modelos mentales de quienes operan y sostienen las estructuras antedichas. Según este esquema, la ideología es parte del modelo mental de una persona y ayuda a sostener o criticar las estructuras. Lo interesante es que como la realidad se retroalimenta constantemente con y por sus actores, la ideología también termina siendo una consecuencia de la estructura al mismo tiempo que es su fundamento.
Dicho esto, debo decir que me parece poco serio “atacar” a alguien por tener una determinada ideología al mismo tiempo que se “padece” el mismo “problema”. Y esto es serio, pues las ideologías son verdaderamente dañinas cuando se ocultan o el que opina ni siquiera sabe que lo hace desde una base fuertemente ideológica. Es pura ideología tolerar las condiciones inhumanas de gran parte de la población de Argentina (y del mundo). Es pura ideología sostener un sistema económico que no es fiel a su verdadera esencia (la economía es la ciencia que estudia cómo y de qué manera se satisfacen las necesidades inagotables con los recursos escasos). Es pura ideología creer que está bien que los ricos sean cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres.
Para finalizar, la pobreza no es un defecto odioso del sistema capitalista, es su más terrible consecuencia (junto con el daño al medio ambiente). Esto no significa que los sistemas comunistas sean mejores. Lo que quiere decir es que hay que empezar a buscar respuestas superadoras a los sistemas económicos de los siglos XIX y XX, basados en el respeto a la condición humana y que la tomen como fin en si misma y no como un medio para la obtención de beneficio material. Sin duda una verdadera utopía, una por la cual vale la pena luchar.
* Publicado en Revista Rumbos n° 79 (Diario Los Andes) del día domingo 27 de febrero de 2005