Cayó al suelo una cosa exquisita, una cosa pequeña que podía destruir todos los equilibrios, derribando primero la línea de un pequeño dominó, y luego de un gran dominó, y luego de un gigantesco dominó, a lo largo de los años, a través del tiempo. La mente de Eckels giró sobre si misma. La mariposa no podía cambiar las cosas. Matar una mariposa no podía ser tan importante. ¿Podía? (El ruido de un trueno - Ray Bradbury)

Aquella noche

Una noche más. Una noche como esta, como todas las noches. Se sentía un poco incómoda, por el calor, por el día. Aquel día había estado de arriba para abajo. Dos entregas en la facultad y algunos trámites. El calor era insoportable, pero al menos podría dormir después de varias noches de tener que dibujar para llegar a las malditas entregas. A pesar del calor insoportable, hoy podría dormir un buen rato, pensaba mientras acomodaba la almohada.

A la media hora de débil sueño y luego de vuelta tras vuelta, cree escuchar un golpeteo en el costado de su cama. Luego de un tiempo sabría que ignorarlo y tratar de seguir durmiendo habría sido la mejor decisión. Pero esa noche, esa noche como esta y como todas las noches, de calor agobiante y luego de un día horriblemente pesado, tal vez por la costumbre de quedarse despierta trabajando en aquellas entregas noches enteras, esta noche, decidió ponerse a escuchar con atención los ruidos de la oscuridad.

Mientras su corazón se aceleraba, sus manos sudorosas exploraban el costado de la cama. No había nada. Sin embargo al ritmo del latido de su corazón creció la sensación de no estar sola. ¡Sintió respirar! Pero desapareció el susurro al girar rápidamente la cabeza. Ya sentada en la cama, tratando de penetrar la oscuridad… su mente comenzó a traicionarla. Todo parecía moverse. Y mientras las cosas de su habitación parecían cobrar vida, volvió a escuchar un golpeteo al costado de la cama. El corazón se le salía del pecho y pegó un grito. Por unos segundos todo pareció calmarse.

Un día largo y el calor agobiante le pasan factura a cualquiera, dijo en voz alta como tratando de que quien estuviera por ahí escuchara. Un intento desesperado y fútil de mostrar una fortaleza que la abandonaba. Habría sido mejor ignorar el ruido y tratar de seguir durmiendo, pensó. Ya era tarde, pues lo que sea que golpeó el costado de su cama se sintió perturbado y atraído por la atención que generó.

Ya era tarde y ninguno de los dos podía hacer como si el otro no existiera.

Comenzó a murmurar y ella rompió en llanto. El murmullo aclaró y ella trató de dejar de llorar para entender. ¿Dónde van las sombras cuándo no hay luz? Es por las noches que nuestros mundos se entrecruzan, las noches en donde te conviertes en sueños al dormir y nosotros nos materializamos cobijados por la oscuridad. Siempre estoy a tu lado aunque no me veas. No era una voz, era un murmullo que iba y venía en claridad, pero no era una voz… era otra cosa.

Lo que sea que fuere la calmó.

No escuchó más nada, nada más se movió. Se recostó pero no pudo volver a dormir aquella noche.

Hubiera preferido tratar de seguir durmiendo y no saber. Saber era insoportable, casi tan insoportable como aquel calor de aquella noche. Aquella noche, como esta, como tantas otras noches.